Increíble haber estado justo en la esquina de Corrientes y 9 de Julio en el preciso instante en que Italia metía un gol.
Fue como una ola que vino desde la avenida más ancha: miles de voces al unísono repitiendo una sola sílaba.
Y después los bocinazos de rigor, que si bien no le quitaron magia al asunto, no se pueden comparar. Más porque les faltó sincronización que por otra cosa...
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